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Ramales: Las Cabras y Pichilemu Eugenio Rodríguez Valparaíso

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     Mis raíces familiares son de Alcones y haciendas aledañas –Mallermo, San Antonio–, donde nacieron mi padre y mi madre. Con la llegada del ferrocarril, los espacios de trabajo y esparcimiento se extendieron hacia Pichilemu, porque el mar es atractivo y también fuente para el sustento de las personas. Mi padre buscó trabajar en ferrocarriles y lo consiguió más o menos diez años después que los trenes habían llegado por primera vez a la costa de Colchagua.
Pero lo subieron al “Cabrino”, el tren que unía dos veces al día la localidad de Las Cabras con Pelequén, con un alargue diario hasta San Fernando para facilitar las compras de la gente. Este alargue se estuvo haciendo a Rengo en un principio –por lo tanto, para volver la máquina, en Rengo hubo tornamesa–, pero el comercio de la capital de Colchagua era más nutrido y surtido, y el “Cabrino” tomó la dirección que correspondía por lógica, es decir, hacia la ciudad más grande y mejor dotada.

    De lo anterior se desprende que la historia de mi familia está fuertemente unida a estos ramales. De los 12 hermanos que fuimos, cuatro nacieron en Alcones, seis en Las Cabras, uno en Sewell (criado en Alcones) y una en Rengo. Poco sabía yo de la historia de estos ramales y, buscando, buscando me encontré en la web con artículos de Juan Cornejo Acuña y Juan Cornejo Torrealba, padre e hijo, ambos de San Fernando, lo que me permitió aclarar las dudas y completar el cuadro que me interesaba.

   Juan  Cornejo Acuña es hijo de ferroviario retirado y a raíz de lo anterior, y por su amor a los trenes y a la historia, se puso a investigar la gestación de estos ramales que se hermanaron en su nacimiento y desarrollo como en su declinación y clausura a causa del auge de las carreteras (estas tienen la ventaja de que llegan más fácilmente, y a menor costo, a los rincones más apartados). Así fue como Juan Cornejo Acuña se convirtió en historiador.

 Juan  Cornejo Torrealba –tal como nos pasó a los Rodríguez– se enamoró de los trenes por el trabajo de su abuelo (es que los trenes, ustedes saben, tienen ese encanto tan particular, incluso para la generalidad de las personas), por lo que decidió estudiar pedagogía en historia para conocer, no sólo el desarrollo de los hechos pasados, sino también el método investigador. Seguro que en aulas no recibió todo lo que necesitaba saber para escudriñar en libros y documentos, pero lo que le faltaba se lo habrá proporcionado su amor al conocimiento histórico en general y a los trenes en particular.

    Un par de artículos de ellos me han permitido saber que el ferrocarril llegó por primera vez a Pichilemu el 6 de enero de 1926 (por lo tanto, hace dos meses se cumplieron 87 años de este acontecimiento que recogió la prensa de esos años, lo que comprobé también por los artículos mencionados). Y conocí también los detalles iniciales de la inquietud por contar con un ramal hacia la costa, hasta que se inician los trabajos y se inaugura el primer tramo, y así sucesivamente. También las pausas que era necesario hacer por falta de recursos, y continuar avanzando cuando ya se podía de nuevo, hasta llegar a la fecha señalada del año 1926. 

    Lo mismo consigo con el artículo referido al ramal de Las Cabras. Me entero de que en 1882 se publica la ley que autoriza la ingeniería para el trazado de ese ferrocarril a El Carmen, cuya primera parte se denominaba “Pelequén y Rengo al pueblo de Peumo”, hasta que en 1888 se licita la construcción de dicho tramo. Luego se realizan los trabajos y viene la inauguración de ese tramo en 1893. La llegada del primer convoy a la estación de Las Cabras fue el 25 de diciembre de 1925.

    Bonito regalo de Navidad para los cabrinos, así como buen aporte para este cabrino de nacimiento la investigación de Juan Cornejo Acuña y su hijo Juan Cornejo Torrealba. Así se rescata la memoria de los pueblos. Así se construye la historiografía de las naciones, paso a paso y con aportes tanto de los grandes historiadores como de los más modestos –y los que están en formación–, que nos regalan el producto de su esfuerzo y su constancia.
 
 

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