Podría hacer un análisis tecnicista de los datos, pero prefiero hablar desde la experiencia personal. Aún vivimos en un país en que se considera la posibilidad de embarazos antes de contratar a una mujer, en que pensamos que su salario es segundo ingreso. Un país en que la mayoría de los colegios y jardines suponen que podemos ir a buscar y a dejar niños a la hora que sea, en que una mujer de los primeros quintiles gasta un porcentaje importante de sus ingresos para trasladar a su bebé a una sala cuna, donde no lo atienden si está enfermo. Un país en que las mujeres dependemos de la disposición de otras (abuelas, tías y nanas) para poder salir a trabajar.
Un país donde aún nos pagan menos, jubilamos con el 60% de renta que un hombre en las mismas condiciones. Nuestros planes de Isapre cuestan el triple, independientemente de la maternidad. Para abrir una cuenta vista a los hijos debe firmar el padre y no una. Aun vivimos en un país en el que si un jefe hombre es fregado, es firme, pero si es mujer, es mañosa o histérica.
Es cierto que hoy, a nivel familiar, existe cierta distribución de las tareas en torno al hogar y la crianza, probablemente producto de la presión de nuestras mujeres trabajadoras. Pero seamos francos, el entorno ayuda bien poco.
Si el post natal pudiera ser compartido, si alguien les explicará a las mujeres que no pueden jubilarse a los 60, si los colegios asumieran al padre como posible interlocutor, si la Isapre considerara que sí, nos embarazamos, pero no nos infartamos a los 45, estaríamos de verdad avanzando como sociedad.
Los gananciales son producto del sacrificio y tesón de nuestras mujeres, de muchas abuelas y nanas que nos ayudan a cuidar nuestros hijos, de nuestras parejas conscientes y respetuosas. Como sociedad, señores, seguimos en deuda.
Loreto Ferrari
Directora Escuela de Negocios de AIEP
| < Prev | Próximo > |
|---|
